Historia

Bosque Guajira Reserva Natural nació con el propósito de proteger, conservar e investigar los ecosistemas y la biodiversidad propios del bosque de niebla altoandino y de páramo. 

La semilla de este sueño germinó en los años setenta, en uno de los tantos paseos de fin de semana que su fundador, Diego Amaral (editor, fotógrafo y conservacionista) hizo por la región del Guavio en busca de orquídeas, en compañía de su amigo de infancia Jeremy Witlin y su madre Diane Witlin (fotógrafa reconocida entre otros por su libro Páramos, 1988). En esa época, existían grandes extensiones de bosques primarios nativos muy conservados, experiencia que marcó a estos dos jóvenes aficionados a la naturaleza, en especial por la abundancia de especies de orquídeas, diferentes a las que se encontraban en los cerros orientales de Bogotá, como Telipogon falcatus, Odontoglossum gloriosum y Cyrtochilum ioplocon.

En los años noventa, Diego Amaral regresó varias veces a la región del Guavio y recorrió la vereda Concepción. Durante estos viajes, visitó la Fundación BioAndina, fundada por Juan Manuel Rengifo (biólogo y fotógrafo experto) y por Orlando Feliciano (conservacionista y pionero en la repoblación de cóndores en Colombia), que actualmente opera como el Santuario del Oso de Anteojos en la parte alta de la vereda.

En el año 2000, a pesar de la situación de orden público en la región de Guasca y del Guavio, y convencido de la importancia de conservar estos bosques, Amaral empezó a buscar un predio para materializar este sueño. Con la ayuda de Orlando Feliciano, encontraron 55 hectáreas de un bosque mágico, bien conservado y con abundantes señales de una fauna que se sentía segura en este territorio, donde se notaba en especial la presencia de osos andinos (Tremarctos ornatus) en los puyales (Puya goudotiana) de la parte alta.

Finalmente, en 2008, se firmó la escritura de este predio de vocación agroindustrial que tenía una pequeña cantera de arena que dio origen a su nombre: “Guajira”. De inmediato, se trazó el destino de este terreno como un área de conservación “extrema”, un lugar de intervención mínima en el que se restringe la presencia y la actividad humana y no se permite ni la extracción ni el ingreso de especies foráneas. Su misión es nítida y se enfoca en la conservación, la investigación y la difusión pedagógica de ecosistemas únicos, estratégicos para la producción de agua; es un refugio de la fauna y la flora que habita en la transición entre la alta montaña y el páramo.

Los primeros ocho años de gestión fueron de observación y aprendizaje; de escuchar al páramo y al bosque, de apreciar la fauna y la flora. En este lapso, se favoreció el proceso de restauración natural del ecosistema y el paso seguro de animales de alta montaña.

En vista de la revelación de la biodiversidad del Bosque Guajira, se afilió a Resnatur en 2016. En ese mismo año, se mejoró la infraestructura de una de las casas existentes para poder albergar un potencial guardabosques. Luego, con la energía, el conocimiento y la guianza del ambientalista y fotógrafo Adhín Muñoz, quien fungió como guardabosque entre 2018 y 2023, se organizó el acceso de personas a la reserva, limitando los grupos a no más de siete personas. Bajo su mirada se establecieron los primeros senderos con la precaución de minimizar el impacto en el área protegida.

Durante estos mismos años, y gracias al apoyo Mauricio Restrepo de la Reserva Natural El Zoque, se desarrolla un trabajo de capacitación en guianza ecológica y fotografía de naturaleza para jóvenes de la región de Guasca. También, se comenzó un proyecto de repoblación de puyas (Puya goudotiana) y especies nativas en las áreas cercanas a las casas en la reserva.

En 2019 se iniciaron los primeros proyectos de producción sostenible de la reserva con la instalación de doce colmenas de abejas comunes europeas (Apis mellifera), de las cuales tres sobrevivieron a la adaptación climática. Las colmenas sobrevivientes producen anualmente cuarenta kilos de miel de bosque nativo altoandino, 100% orgánica. Además, se llevaron a cabo los primeros intentos de cultivo de Sphagnum, musgo de turbera que tiene una gran capacidad para retener agua dentro de sus tejidos y retardar la deshidratación de su entorno. Este musgo que habita en las alturas de los Andes, entre otros ecosistemas, es utilizado para hacer empaques biodegradables. Estos proyectos ocupan un área menor al 1% del terreno y se ejecutan bajo una estrategia de producción respetuosa con el ecosistema.

En abril de 2021, se comenzó el monitoreo fotográfico de especies dentro del área protegida. Se instalaron las primeras seis cámaras trampa, herramienta que ha ayudado a conocer y georreferenciar la biodiversidad existente en la reserva, a entender sus patrones de comportamiento y a hacer estimaciones de las poblaciones de fauna silvestre. Con estas cámaras, hasta la fecha, se han realizado registros directos de diez especies de mamíferos como: venado soche (Mazama americana), zarigüeya (Didelphis penigra), oso andino (Tremarctos ornatus), ocelote (Leopardus pardalis), coatí de montaña (Nasuela olivacea), puma (Puma concolor) y conejo de páramo (Sylvilagus apollinaris).

A finales de 2023, con el deseo de formalizar el trabajo realizado en la reserva, Katherin Acosta se unió al equipo como coordinadora de conservación y biodiversidad, quien trabaja con el apoyo de Pablo Ernesto Casallas, que se vinculó en 2024. Juntos se encargan de monitorear la avifauna diurna, así como de las capturas de las cámaras trampa de la reserva y de realizar registros indirectos de pequeños mamíferos (huellas, heces y pelo). La sistematización de esta información permite evaluar la presencia de fauna en la reserva.

En agosto de 2023, se instaló una Estación Meteorológica en la reserva con la que se monitorean diversas variables como precipitación, temperatura, humedad relativa, evaporación y velocidad de los vientos, entre otros.

Para implementar elementos que ayuden al frágil equilibrio entre las actividades humanas y su impacto en el territorio, a mediados de ese mismo año se inició una nueva etapa de la reserva a fin de poner en marcha un plan maestro para el manejo del terreno y la energía. El propósito de este plan es administrar los recursos y las necesidades de la reserva, con lo cual Bosque Guajira se convierte en un proyecto autosuficiente en términos financieros, sin romper los sistemas de armonía y abundancia de la Tierra.

Este plan, que se viene desarrollando con el grupo Unión Libre conformado por el arquitecto Lucas Jaramillo y el ingeniero David Serna, dejó en su primera fase, entre otros resultados, la adecuación de un laboratorio y residencia para albergar a pequeños grupos de científicos interesados en ecosistemas de gran integridad biológica y alto nivel de conservación. De esta manera, a partir de 2025 esperamos poder desarrollar un trabajo colaborativo con universidades e institutos de investigación.